Muchas veces pedimos a nuestros hijos cosas completamente imposibles para su edad. Comer sin subir y bajar de la silla, por ejemplo. Hay límites y límites y, como adultos, debemos ser conscientes de cómo funciona la voluntad del niño a la hora de “hacernos caso”. ¿Empezamos?

LOS TRES GRADOS DE LA OBEDIENCIA

Maria Montessori distinguía tres niveles en el proceso de construcción de la autodisciplina en el niño y son los siguientes.

PRIMER GRADO

Este primer nivel se da antes de los tres años de edad y, en él, el niño sólo es capaz de seguir órdenes si lo que le pedimos está relacionado con su horme, con su energía vital. Lo que le pide el cuerpo, vamos.

En este período no podemos decir que un niño es obediente o desobediente, porque no tiene la capacidad de ser dueño de sus propias acciones, no tiene la voluntad desarrollada, por lo que normalmente obedecerá a sus propios criterios.

SEGUNDO GRADO

Este segundo nivel se consigue cuando el niño obedece siempre y lo hace porque quiere, porque comprende la voluntad del adulto y sabe que ya no depende totalmente de él.

En este período, llamado obediencia permanente, sus habilidades están consolidadas y puede regirse por su propia voluntad, pero también por la de los demás.

TERCER GRADO

En este tercer nivel el niño obedece con impaciencia y hasta es capaz de anticiparse a los deseos de los demás.

A este período, llamado obediencia superior, no llegan todos los niños. Los que llegan a él se consideran “niños guía”, ya que están pendientes de los demás, tanto niños como adultos, y los acompañan.

Este es el período en el que se establece la disciplina: una forma de quietud activa, de obediencia y amor, en medio de la cual se perfecciona y multiplica el trabajo.

Maria Montessori

LOS LÍMITES

Los límites son las normas que existen dentro del ambiente y ayudan a que haya equilibrio entre el niño y el grupo.

Pero para que los límites sean adecuados, deben:

  • Ser necesarios, que favorezcan el desarrollo personal y fomenten la armonía en el grupo (aula, colegio, familia).
  • Tener un propósito educativo, que respondan a las necesidades del niño, no al interés del adulto.
  • Dar seguridad al niño, hacerle sentir que está acompañado.
  • Ser claros y directos, evitando dar varias instrucciones a la vez.
  • Ser consistentes, aplicarse siempre (o casi siempre), para dar seguridad al niño.
  • Ser congruentes con las consecuencias.
  • Dar en positivo, evitando el ‘no’ y dando opciones que sí se pueden hacer.
  • Ser temporales, van cambiando según la edad del niño.
  • Darse con amabilidad y firmeza, lo inadecuado es el comportamiento, no el niño.
  • Ser eficaces, si no te hacen conseguir lo que esperas, no lo son.

¡Y hasta aquí el post de hoy! Si tienes alguna pregunta, puedes escribirme en mi perfil de Instagram. Espero que te haya servido para conocer más a fondo cómo son los límites en el Método Montessori y, si te ha encantado, compártelo para que llegue a más gente.

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